Se trata de una simple torta de puerros con champiñones. A mis hijos con ese nombre les daría pánico, porque no sabrían lo que es. Así que yo les digo que es algo parecido a la cebolla y se quedan más tranquilos. Y de aspecto no es muy diferente, así que cuela estupendamente. Probadlo con los vuestros, a ver si conseguís que se la coman. De sabor estoy segura de que les encantará.
Para prepararla, como cualquier coca, lo primero que necesitáis es una masa. Podéis hacerla casera, pero para una elaboración tan sencilla recomiendo las que venden en el supermercado, porque simplemente necesitáis extenderla, ponerle las cosas encima y meterla en el horno. Si la hacéis a mano, dejadla moderadamente fina. Con la masa extendida, hacedle pequeños agujeros, para evitar que se hinche en el horno.
Luego cortaremos los puerros. Quitadle las pieles y centraos en la cabeza; yo los lavo siempre antes de empezar a cortar. El procedimiento que sigo es el de quedarme con el tronco útil y cortarlo por la mitad, de arriba a abajo -es decir, transversalmente no-. Y de esas dos alargadas mitades, sacad las rodajas -o medias rodajas, mejor dicho-. Freídlas ligeramente, hasta que cambien a un color más claro.
Cuando estén listas, las extendemos sobre toda la superficie de la torta. Luego cogemos los champiñones y los lavamos. Los cortamos a láminas y los ponemos por encima de los puerros. En ese momento, añadimos la sal. No os quedéis cortos, que esta torta, aunque tenga un poco más de lo que correspondería, no pierde el buen sabor. Opcionalmente podéis echarle pimienta; yo me decanto por la blanca. Hecho esto, la meto en el precalentado horno.
La torta en el horno, en total, la dejo alrededor de 15 minutos a unos 200 grados. Al sacarla, dejo que se enfríe un poco y ale, lista para comer. Presentará un aspecto amarillento, nada acorde con el agradable sabor que tendrá. ¡Ya veréis!.